Marruecos acusa a España de importar ciudadanos

 

El último capítulo en la guerra de acusaciones, ataques y provocaciones que Marruecos ha abierto contra España lo ha protagonizado la número dos de la diplomacia marroquí, que ha asegurado que nuestro país importa ciudadanos desde Málaga y Almería hasta Ceuta y Melilla para de esta forma mantener la mayoría de ciudadanos españoles frente a los musulmanes que residen en las dos Ciudades Autónomas.

De esta forma tan disparatada y absurda continua Marruecos presionando a España con el objetivo de reclamar la soberanía marroquí sobre Ceuta y Melilla y, por si no fuera suficiente, desde Rabat se sigue presionando también asegurando que Marruecos revisará las relaciones bilaterales que mantiene con nuestro país.

La secretaria marroquí de Asuntos Exteriores ha asegurado asimismo que Marruecos continuará defendiendo a los ciudadanos marroquíes que viven en los territorios ocupados de Ceuta y Melilla ya que, según ella, los Ayuntamientos de estas dos ciudades españolas los margina y no los trata como a los ciudadanos españoles.

Como se puede ver, Marruecos continua firme en sus acusaciones contra nuestro país después de haber criticado la política del PP sobre el conflicto del Sáhara y de haber atacado y acusado a la prensa española. Aun así, no todo es favorable a Marruecos, ya que se ha aplazado la manifestación que estaba prevista para el sábado desde Rabat hasta Melilla. Las autoridades españolas no dejan a los manifestantes cruzar la frontera, que ya estuvo cerrada por los disturbios el pasado domingo durante unos diez minutos.

Pero lo que está claro es que, aunque no les dejen cruzar la frontera a estos activistas que reclaman la soberanía marroquí sobre Ceuta y Melilla, parece que nada va a parar a Marruecos en sus provocaciones y ataques a España. Y nuestro país sigue mirando para otro lado, haciendo oídos sordos y no respondiendo a todas las acusaciones. Marruecos hace lo que le da la gana y España se lo consiente. Para no enfadar al vecino africano. Para tenerlo contento. Pero de buenos, parecemos tontos.

Fuente | El País