Supongo que ya harán oído hablar de la que está volviendo mundialmente famosa, la tasa Robin Hood. Como habrán podido imaginar, algo tiene que ver con quitarle a los ricos para darle a los pobres, debido al nombre que le han colocado. Pues sí, han entendido muy bien. En concreto se trata de una tasa que gravaría las transaciones bancarias internacionales con un 0.05% del total, cuyos importes en dinero se destinarían a a luchar contra la pobreza, los efectos del cambio climático y reducir las desigualdades sociales de la población castigada por la crisis.
Claro, la idea suena fenomenal. Ahora, el problema viene de viejo. La teoría es una cosa, la práctica es otra. Pero ya dejando de lado que la aplicación de ésta fuese totalmente transparente, la gracia del asunto es que son los parlamentarios del mundo los que suman a firmar la iniciativa. Y es que eso da votos. Pero yo me pregunto, si la clase política tien unos sueldos por encima de la media, cobran hasta por 3 y 4 funciones y obtienen una pensión vitalicia, ¿por qué no sumamos a las clases políticas del mundo y les ponemos una tasa, además de añadirle responsabilidad jurídica cuando hacen las cosas mal en el país? Verían como Zapatero, el presidente de Grecia, el presidente de Irlanda o el de Portugal, cada uno en sus términos, no se irían de rositas
