La reforma de la ley antitabaco lleva en vigor poco más de 48 horas y ya ha levantado ampollas. Como era de esperar, la ley no se está cumpliendo a rajatabla. Pero esto no sorprende a nadie, era lo previsible. Hay que dar tiempo a la gente para que se acostumbre a la nueva norma y la cumpla. No hay más. Es así de sencillo.
Lo que no va a ser tan sencillo es convencer a los fumadores de que esta ley no es una persecución contra ellos ni que lo único que pretende el Gobierno es atracarles con los impuestos del tabaco. Eso es absurdo. El tabaco es caro, eso lo sabemos todos, no es algo nuevo, y los fumadores lo saben cuando comienzan a fumar, saben lo que les cuesta un paquete o un cartón de tabaco y saben que, más o menos, cada año el precio sube.
Lo triste de todo este asunto no es que los hosteleros tengan que pagar las multas por culpa de los fumadores que están incumpliendo la ley y que no pueden o no quieren ser identificados. Probablemente todo sería distinto si a los que les tocase rascarse el bolsillo fueran los propios fumadores y no los hosteleros.
Lo más triste y lamentable es que haya que crear leyes tan impopulares, polémicas y, como algunos piensan, únicamente con un afán recaudatorio, para concienciar a la gente de lo perjudicial que es el tabaco. De la misma forma que es muy deprimente que haya que colocar radares en las carreteras y multar para que los conductores sean conscientes de que cuando incumplen las normas de tráfico, cuando superan los límites de velocidad, cuando se saltan un ceda el paso o un semáforo están arriesgando y poniendo en peligro no solo sus vidas sino, lo más grave e importante, la de los demás conductores.
Sin embargo, donde más polémica está habiendo estos días no es en los establecimientos hosteleros, sino en los hospitales, donde la aplicación y cumplimiento de la reforma de la ley antitabaco es más compleja, ya que resulta más difícil definir los recintos hospitalarios y, por lo tanto, dónde está permitido fumar y dónde no.
Puedo entender que los familiares y acompañantes de los pacientes estén locos por salir a la calle a fumar. Pero lo que jamás podré entender es que un paciente esté dispuesto a salir a la calle con tal de echarse un cigarro cuando en esos momentos de lo único que debería preocuparse es de su recuperación. Y hablo con conocimiento de causa. Por desgracia, me ha tocado ver cómo mi padre, recién operado de un cáncer provocado por el tabaco, fumaba en la misma puerta del hospital nada más recibir el alta y mientras esperaba la citación para las sesiones de quimioterapia.
Todos somos mayorcitos y cada uno hace con su cuerpo lo que quiere, pero eso no implica que los no fumadores tengamos que convetirnos en fumadores pasivos solo porque los fumadores defienden su derecho a fumar. ¿Dónde queda el derecho a la salud?
Fuente | Público