Parece que en el caso de España no hay quien nos cambie. Y aunque la crisis, y las decisiones del gobierno están haciendo que las cosas se den la vuelta, por el momento ese dualismo que nos tiene enfrentados a una con la otra mitad de España parece no disiparse. Y es que un buen español no tiene puntos medios, es de un extremo o lo es del otro. Como si en una escala de blanca a negro, a los grises los borrásemos del mapa. Que claro, con la historia que hemos tenido mejor de grises ni hablamos, pero ya me entienden, lo digo en el sentido más literal de la palabra, y solo me refiero al color.
Aquí uno tiene que ser o del PP o del PSOE. O del Barça o del Madrid. O de la derecha o de la izquierda. O centralista o derechista. O católico o ateo. No hay nada en el medio. Y justamente, con tanto dualismo, nos perdemos que en el medio es dónde está lo mejor. Es más, casi todos los países que han llegado más alto en el mundo lo han hecho desde el centro. Los extremos nunca llevan a ningún lado.
En realidad para ilustrar este caso, me gustaría destacar lo que actualmente está ocurriendo en Venezuela, país en el que un extremismo de izquierdas como el de Hugo Chávez que solo ha conseguido amasar riqueza para su familia y arruinar a familias de todas las clases sociales ha hecho que todos los partidos, los que serían aquí PP, PSOE y todos los minoritarios incluidos los regionales se uniesen para conseguir un proyecto común de futuro y presentarse a las urnas con un único dirigente: Henrique Capriles Radonski.
Y yo solo espero que a España, no le haga falta un Chávez para que aparezca nuestro Radonski, poque aunque a ustedes les parezca que no porque para muchos la realidad venezolana será como poco lejana y desconocida, la que les escribe nació por aquellas tierras pero creció en España y sabe que para llegar a transformar para mal a un país, solo hace falta dividirlo en dos bandos. Hecho eso, lo demás está chupado.