El presidente Sirio ama a su país. Bueno mejor dicho, al poder que su país le dio. Porque en realidad, si un político amase a su país, y el pueblo que lo colocó como tal le exige su salida, se iría por la puerta trasera sin rechistar. Pero claro, al ser humano el poder le tira, y tras tantos años dejarlo es casi una cuestión de vida o muerte. Sin embargo, si el sigue convencido de que debe quedarse proponiendo unas escasas reformas, el pueblo sigue todavía más convencido de que se debe ir, y las manifestaciones no paran, ni pararán hasta que se vaya.
Pero eso significa que el señor presidente sirio, seguirá atacando indiscriminadamente a la población, que ya suma más de 100 muertos en esa absurda guerra. Una absurda guerra que terminará seguramente como todas las demás, con la caída del régimen, aunque a él no le guste.