Un alcalde de Alicante dimite por el agobio de sus vecinos

Juan Ramón Nadal Doménech, alcalde de Balones, un pequeño pueblo de la provincia de Alicante de sólo 160 habitantes, ha presentado su dimisión aduciendo que está agobiado por el egoísmo que muestran una parte de los vecinos.  El Ayuntamiento de este municipio está formado por cinco concejales, todos del Partido Popular. Por ello, se prevé que la teniente de alcalde, Desiré Nadal, se convierta en la nueva alcaldesa tras un pleno que se celebrará a finales de este mes.

Nadal ha sido alcalde de Balones durante las dos últimas legislaturas y a pesar de su dimisión como primer edil, su intención es continuar como concejal hasta que finalice la actual legislatura con las elecciones municipales que se celebrarán en mayo de 2011 aunque al mismo tiempo ha dejado claro su deseo de no presentarse a esos comicios.

Lo más curioso de todo esto es que, al contrario de lo que suele ser habitual, el motivo que ha expuesto el alcalde para dejar su cargo no es ni un problema con sus compañeros de corporación ni con el resto de personal del ayuntamiento sino los continuos abusos de confianza que sufría por parte de muchos de los vecinos de este pequeño pueblo alicantino.

Así, Juan Ramón Nadal ha recordado que como alcalde de Balones no cobra ni un céntimo y que en cambio tiene que soportar demasiadas responsabilidades que acaban perjudicando su vida familiar y su relación con su mujer y su hijo. A este respecto, ha añadido que algunos vecinos no respetan su vida privada y se presentan en su casa a cualquier hora, sea de día o de noche, para que él les solucione problemas que muchas veces ni siquiera tienen que ver con su cargo como alcalde, convirtiendo así su domicilio particular en el ayuntamiento del pueblo.

No sabemos cuánto tiempo llevaba este alcalde sufriendo el acoso de sus vecinos, pero sí sabemos que la gota que ha colmado el vaso y ha terminado con la paciencia de Nadal han sido unas obras de rehabilitación que se han llevado a cabo en el cementerio de la iglesia. El Ayuntamiento se hizo cargo del camposanto para poder rehabilitarlo y tutelar así la extracción y reubicación de los restos mortales. Sin embargo, de un hecho positivo y que suponía una mejora para el pueblo surgieron numerosos problemas provocados, según el alcalde, por personas que no tienen respeto por nada ni por nadie a la hora de escoger un nicho bien situado para sus familiares.

Tampoco sabemos si a su sustituta, Desiré Nadal, le ocurrirá lo mismo. Lo que sí está claro es que todos han tenido parte de culpa en que se llegase a esta situación inostenible e inaguantable para el alcalde. Gran parte de la culpa ha tenido el alcalde por no haber sabido o podido cortar esta situación antes de que se le fuera de las manos y afectase a su vida familiar. Y, por supuesto, mucha culpa han tenido también los vecinos por no saber diferenciar entre el cargo público que ocupa esa persona y su vida íntima, familiar y personal, ya que esas dos facetas deberían estar claramente diferenciadas y separadas. A todos nos gusta desconectar cuando salimos del trabajo pero parece que no todo el mundo sabe respetar.  Y todos deberíamos saber distinguir cuándo una persona es alcalde y cuándo sólo un vecino más, como cualquier otro.

Este debate no es nuevo. Son muchos los cargos públicos, los famosos, etc. que se quejan del constante acoso al que son sometidos por parte de los medios de comunicación, que invaden su vida privada sin diferenciar cuándo esa persona es un ciudadano más y cuándo es un cargo público. Sin embargo, la experiencia nos ha demostrado que no es tan fácil hacer esa distinción.  Aunque, en este caso, sí que parece más sencillo que en un pueblo de tan sólo 160 habitantes los vecinos sepan diferenciar cuándo esa persona es el alcalde del municipio y cuándo está en su horario de trabajo y cuando, fuera de ese horario, es otro vecino más. Aunque, visto lo visto, parece que todavía hay quienes no son capaces de comprender esta diferencia.

Fuente | El Mundo