Este año la cuesta de enero va a ser más empinada que nunca. Como cada año, toca hacer frente a los gastos navideños y, por si fuera poco, el 2011 nos da la bienvenida con una subida en la factura de la luz del 9,8%, lo que significa que, aproximadamente, nos tocará pagar unos 3,2 euros más al mes. O lo que es lo mismo, 38,4 euros más al año.
A simple vista esta cantidad puede parecer ridícula e insignificante. Y lo sería si no fuera porque en los últimos cuatro años, desde 2006, la factura de la luz ha subido nada más y nada menos que un 44%. Pero no es lo único que sube, ya que el Índice de Precios al Consumo (IPC) también se ha incrementado un 12% en los últimos cuatro años.
Como era de esperar, estas cifras no han dejado a nadie indiferente. Mientras las compañías eléctricas no dejan de repetir que este es el camino que se debe seguir, asegurando que es la única vía factible, las asociaciones de consumidores han tildado estas subidas de intolerables o brutales.
Y no les falta razón. Porque 38 euros al año no serían nada, no nos afectarían, no nos importarían si no fuera porque los sueldos no suben precisamente al mismo ritmo que las facturas. Al menos el mío no. ¿Y el suyo? Eso en el caso de las personas que todavía tengan un trabajo y un sueldo. Porque tampoco podemos olvidar a los cuatro millones y medio de desempleados que cuentan como únicos ingresos con el paro. Y tampoco podemos olvidarnos de todos los ciudadanos que a partir del próximo mes de febrero ya no podrán contar con el subsidio por desempleo de 426 euros mensuales.
Con este panorama, lo que menos importa en estos momentos es de quién sea la culpa. Si del Gobierno o de las compañías eléctricas. Tampoco importa mucho la opinión de cada una de las partes. Porque lo único que de verdad importa es que, una vez más, los afectados, las víctimas, somos los de siempre, los ciudadanos. No, perdón, que se me acaba de encender la bombilla. Los afectados no son los ciudadanos, son nuestros bolsillos.
Fuente | El Mundo