Está visto que es imposible cuestionar en el mundo que vivimos asuntos de fe. La acción de protesta pacífica de las estudiantes de la Universidad Complutense que cuestionaba la existencia de capillas en una universidad pública se salda de momento (vamos a ver cómo termina) incluso con la detención de varios estudiantes. Leo Bassi, también está imputado por ofender los sentimientos religiosos por dar una conferencia en la que cuestionaba la raíz judeocristiana de la sociedad en la que vivimos en la que de paso también se imputa al Rector de la Universidad de Valladolid, por producirse en sus instalaciones.
Gang Bang, obra de teatro recientemente estrenada en Barcelona, a parte de soportar agresiones ultraderechistas tiene la espada de Damocles permanente por la amenaza de querella de E-Cristians con ir a los tribunales (anuncio que hicieron antes incluso de que se estrenara, por lo tanto sin verla). Esto sólo en este mes de marzo, que si nos remontamos más hacia atrás encontramos muchos más casos y todos tienen el mismo tipo penal «la ofensa a los sentimientos religiosos».
Vaya por delante que yo no soy partidaria de ofender a nadie. Pero sí quiero hacer ver que cuando los católicos niegan los sentimientos de los demás también ofenden. Esperanza Aguirre preguntaba qué hubiera pasado si eso lo hubieran hecho en una mezquita. Caso imposible, porque los católicos no permitirían que hubiera mezquitas en una universidad pública. Además, yo no planteo que se llenen los espacios públicos de lugares para todos los cultos. Yo no defiendo el pluralismo religioso y menos en la Universidad, sitio de ciencia. Yo, como las estudiantes de la Complutense, cuestiono que haya espacios reservados al culto (cualquiera que sea) en espacios públicos. Creo que efectivamente quien quiera tener fé que la tenga y que la viva pero en su ámbito personal. Pero eso, que es una idea (no un sentimiento) tan legítima como las demás para defender en democracia parece que ofende.
Pues yo quiero hablar de lo que me ofende a mí y que no sólo no está sancionado por la ley sino que además a la institución que las defiende se le premia en forma de recursos y privilegios. A mí me ofende profundamente que llamen asesinas a las mujeres que abortan o a los profesionales que practican abortos, me ofende profundamente que digan que la homosexualidad es una enfermedad, me ofende profundamente que se haga sufrir sin sentido a la gente que están estado terminal porque hay que aguantarse con lo que dios te mande. Me ofende profundamente que me llamen puta si no sigo los cánones sexuales establecidos por la Iglesia Católica, me ofenden profundamente cuando dicen que el sida es el castigo divino de los disuolutos, etc., etc., etc.
Yo en este tema estoy del lado de las estudiantes. No sólo porque no sé por qué hay que respetar a quien no nos tiene ningún respeto, sino porque me gusta pensar que de manera pacífica se puede protestar por cualquier tema en este país. Aunque ahora que lo pienso puede que estén equivocadas en el camino. En lugar de pedir que salgan las capillas de la universidad y los rosarios de nuestros ovarios, quizás haya que pedir una mezquita, una sinagoga, un lugar para el culto del Cristo de los últimos días, otro para la Cienciología y quién sabe algún puesto para el tarot. Y que paren las clases para rezar a dios, a alá o al que sea. Quizás así se vea lo absurdo de la situación y que en realidad sentimientos tenemos todos.
Lo que sí tengo claro es que estos católicos son muy poco practicantes: no perdonan a quienes les ofenden