La tarde del viernes marcó una nueva era para noruega. Un país tranquilo en la que la última tragedia de su historia la marco una ya lejana segunda guerra mundial. Una fatídica tarde de viernes que cambiaría para siempre el curso de su historia. Una historia, que las portadas de los periódicos y los principales medios de comunicación hicieron parecer consecuencia del terrorismo islámico para luego pasar a se justo todo lo contrario, el ala más violenta de la religión propia, la cristiana.
Y es que el autor de tal oleada de violencia no fue un inmigrante fundamentalista de diferente color, de diferente credo y de un país diferente. El verdadero enemigo de Noruega se encontraba en el corazón del país. Un cristiano conservador fundamentalista el cual había decidido que haría la guerra contra los musulmanes, contra los musulmanes y contra todo lo que tuviera que ver con un país multiétnico en el que las tradiciones de siempre bajo su criterio se pierden en favor de las que llegan.
Así, el fundamentalismo de origen musulman ha dado lo peor de sí. Ha dado la herencia de que la otra religión mayoritaria puede seguir sus propios pasos, y como, arrasando con todo lo que se encuentra por delante.