La tragedia de Oslo no solo ha marcado un punto de violencia en la historia del país si no que ha hecho que los noruegos se pregunten a sí mismos si realmente su sistema sigue funcionando como hasta ahora. Si no hay que cambiar las cosas, si no habrá que renunciar a la libertad, a la inocencia y a la bondad de las leyes porque la sociedad, visto lo que ha ocurrido ahora lo requiere.
- 21 años de cárcel. Esa es la pena máxima del tranquilo estado nórdico. Muchos se preguntan si eso es lo que cuesta acabar con la vida de casi 100 personas. Pero lo cierto es que las leyes se han hecho para una sociedad en la que la calma y la civilidad dominaban el panorama.
- Los policías pasean por las calles de Noruega sin armas. Esto es el orgullo de la sociedad Báltica, pero si ha sucedido lo que ha pasado, puede que el Estado tenga que imponer mayores medidas.
- 90 minutos le ha llevado a las fuerzas de seguridad alcanzar la isla maldita. 90 eternos minutos que pudieron haber salvado muchas vidas. Pero la inexperiencia ante la violencia armada ha sido la ingenuidad del Estado noruego.
- Un fundamentalismo propio. Noruega reza y espera que el autor de la masacre fuese solo. Porque lo contrario supondría pensar que un fundamentalismo propiamente europeo crece contrapuesto a uno por el que todos combatimos.
- Miedo. En Noruega, el mundo parecía ser de ensueño. Un sueño que se ha roto. Porque la tranquilidad con la que vivían los noruegos, alejados de los problemas y con el nobel de la Paz como símbolo a nivel mundial, creo que ya no volverá, al menos por mucho tiempo
