Los hosteleros nos quieren vender humo

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Mientras la reforma de la conocida como ley antitabaco, que entró en vigor el 1 de enero de 2006, se debate en el Congreso y en el Senado antes de su aprobación definitiva y su entrada en vigor el próximo 2 de enero, el verdadero debate está en la calle. O quizá sería mejor decir en los bares, en los restaurantes, en las cafeterías. En definitiva, en los establecimientos hosteleros.

En los últimos meses los hosteleros, ya sean empresarios o camareros, se han movilizado para protestar contra esta reforma que prohibirá fumar en cualquier espacio público. Se quejan porque muchos invirtieron importantes cantidades de dinero para reformar sus locales para poder adaptarlos a la anterior ley y separar así el espacio de fumadores del espacio libre de humo.

Argumentan que no sólo han perdido el dinero de esa inversión que ahora ya no sirve para nada y que tienen que volver a invertir más para deshacer la obra de reforma, sino que también han perdido clientes y, por tanto, más dinero. No soy fumadora, pero tengo muchos amigos y familiares que sí lo son y, como es lógico, me ha tocado estar con ellos en bares, cafeterías y restaurantes. Unas veces nos colocábamos en la zona de fumadores, pero otras muchas nos tocaba quedarnos en la de no fumadores. Y no pasaba nada. Nadie se negaba a pedir su consumición o se marchaba a la calle o a otro establecimiento. Simplemente esperaban a que saliésemos a la calle para volver a fumar.

Entiendo que los hosteleros y los camareros quieran defender sus negocios, ya que es su forma de vida, pero lo que no entiendo es este ataque a ultranza a la ley antitabaco y que continuamente se escuden en las pérdidas económicas. Que yo sepa, en estos cuatro años todavía no se ha elaborado ningún estudio que haya demostrado con datos, con números que realmente se han dado esas pérdidas económicas desde enero de 2006. Además, tampoco se han demostrado esas pérdidas en los países de la Unión Europea en los que ya se está aplicando una ley antitabaco como la que entrará en vigor en nuestro país el próximo año.

Como siempre, el tiempo dará y quitará razón y pondrá a cada uno en su sitio. Veremos si finalmente la ley antitabaco es tan perjudicial para la hostelería como nos están haciendo creer o si, por el contrario, los hosteleros nos están vendiendo humo y todas estas protestas son infundadas.

Personalmente, considero que esta reforma es más beneficiosa que la propia ley de 2006. Me explico. Al diferenciar entre establecimientos en los que se podía fumar y otros en los que estaba prohibido, los primeros tenían cierta ventaja respecto a los segundos a la hora de captar clientes. Pero no olvidemos que hablamos únicamente de clientes fumadores y que no toda la población de nuestro país  fuma. Por el contrario, con esta reforma se elimina este agravio comparativo y se igualan todos los establecimientos. Ya no habrá riesgo de que un cliente se marche de un bar libre de humo para entrar en otro en el que sí pueda fumar, por la sencilla razón de que ya no se podrá fumar en ninguno.

No dudo de que el sector hostelero, como muchos otros, está en crisis. Y sé de lo que hablo, puesto que mi familia regenta una cafetería desde hace 39 años. Sin embargo, no creo que esta crisis se deba exclusivamente a la ley antitabaco. El establecimiento de mi familia se convirió en enero de 2006 en un espacio libre de humo y no por eso perdió clientes, ya que los fumadores se acostumbraron a echarse el cigarro después del café, en la calle, en lugar de hacerlo mientras se tomaban el café, compraban el pan o leían el periódico dentro del establecimiento.

Las pérdidas que el sector de la hostelería haya podido tener desde 2006 o vaya a continuar teniendo a partir de 2011 no tienen como causa la prohibición de fumar, sino la mala situación económica que atraviesan muchas, demasiadas familias españolas. Por eso mucha gente, si antes se tomaba un pincho, un bollo o cualquier otra cosa con el café, ahora ya no lo hace. O si antes compraba el periódico todos los días, ahora sólo lo compran los fines de semana, y muchas veces, ya ni eso.

Dudo mucho que la gente vaya a dejar de entrar a un restaurante, una cafetería, un bar o un discoteca porque no pueda fumar en su interior. Tal vez al principio cueste, pero seguro que al final todo el mundo se acostumbrará a salir a la calle para poder echarse un cigarro. Por todo ello, no entiendo muy bien qué persigue el sector de la hostelería con todas las protestas y movilizaciones contra la ley antitabaco. ¿Tal vez que el gobierno les dé subvenciones para compensarles por esas posibles pérdidas ocasionadas por la prohibición de fumar? Tiempo al tiempo. Mientras tanto, lo único que tenemos es humo.