Los sindicatos franceses han organizado en lo que va de año seis huelgas generales, la última ayer mismo, en protesta por la reforma laboral impulsada por Sarkozy que contempla el retraso de la edad mínima de jubilación, de 60 a 62 años, y del retraso de la edad para cobrar la totalidad de la pensión, de 65 a 67, mientras que en España los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, sólo han conseguido convocar el pasado 29 de septiembre una única huelga general que, además, para más de la mitad de los españoles fue un auténtico fracaso. Un fracaso para todos: para el gobierno de Zapatero, para los sindicatos y para los trabajadores.
Pero a nadie o a casi nadie sorprendió que esa huelga general fracasase. Era una huelga que llegaba tarde y mal. Tarde porque se convocó tres meses después de que el Congreso de los Diputados aprobase la Reforma Laboral y mal porque los trabajadores y, sobre todo, los parados de este país ya no confían en los sindicatos. En esos sindicatos que en los más de dos años que dura ya la crisis no han hecho nada hasta que las medidas aprobadas por el Gobierno afectaban a los funcionarios. La gente está muy preocupada por su situación laboral, económica y familiar. Con la que está cayendo, cada uno se busca la vida y ya no se lleva eso de la solidaridad obrera.
Pero, visto lo visto, tampoco se llevan las huelgas útiles, las que de verdad sirven para algo, ya sea para obligar al Gobierno a rectificar o, al menos, para demostrar que los trabajadores y los sindicatos son capaces de unir fuerzas y de movilizarse. Al contrario de lo que está ocurriendo en Francia con las seis huelgas generales, las huelgas sectoriales y las constantes manifestaciones y protestas, en España parece que ya nadie está dispuesto a movilizarse. Los parados porque creen que ya no sirve para nada, que todo está perdido. Y los que aún conservan sus empleos porque no quieren perderlos. Parece que ya nadie se acuerda de que la huelga es un derecho de los trabajadores y no un capricho.
Parte de la culpa del fracaso de la huelga del 29-S la tienen los sindicatos pero también los propios trabajadores. Estamos cansados de oír que tenemos que parecernos a Europa, ser más competitivos, reducir las cifras de paro y las del déficit. En definitiva, que tenemos que aprender de Europa. Y lo que está ocurriendo en Francia es un gran ejemplo de ello. Probablemente las huelgas en el país galo no conseguirán sus propósitos, pero al menos lo habrán intentado y no se habrán quedado de brazos cruzados y este mismo sábado 16 de octubre tendrá lugar la próxima jornada de manifestaciones y seguro que no será la última. ¿Qué falla en nuestro país para que ni siquiera los más afectados por la crisis sean capaces de movilizarse contra ella? ¿Por qué en Francia salen a la calle tres millones y medio de personas, según los sindicatos, y en España no? ¿Será porque aquí los parados están demasiado parados?
Fuente | La Vanguardia