Reino Unido se ha negado a sumarse a la reforma de los tratados para evitar regular sus servicios financieros. Así es como ha terminado la reunión que pretendía sacar el acuerdo del euro quizás más importante de la historia de la UE. Y con la cabezonería de los ingleses, la cara amarga de Sarkozy lo decía todo, porque en lugar de sacar una idea común a todos se quedó solo con 23 socios apoyándole, ya que por su parte Suecia y República Checa han pedido consultar la decisión con sus respectivos Parlamentos y Hungría lo ha rechazado directamente.
En este caso he de decir que me considero muy pro-Europa, y es que sin la UE, para empezar ni España ni yo seríamos lo que somos. Como ciudadana me he beneficiado no solo de las ayudas de los programas Erasmus y otras becas para conseguir aprender idiomas, si no que he conocido a los países vecinos sin necesidad de un pasaporte y he comprado verdaderas gangas sin declarar en las que son hoy fronteras únicas de una agrupación de estados.
Y la verdad, lo de los ingleses se veía venir. A ellos les hubiese gustado una Europa con una gobernabilidad isleña, pero al cada vez perder mayor importancia precisamente por la crisis que afronta y por estar fuera del Continente en el sentido físico, se han revelado. Pero lo peor del asunto no es que vayamos a perder nosotros, porque al final todo saldrá bajo los mínimos que ha logrado pactar Sarkozy, lo peor de todo es que si esto explota e Inglaterra nos viene a pedir auxilio, ¿le vamos a responder con la misma moneda? ¿O se lo vamos a dar todo en palmitas como hasta ahora?
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