Cubillas, ese etarra que trae de cabeza a la diplomacia española con relación a Venezuela ha sido llamado a declarar por la fiscalía venezolana hoy mismo. Pero no se vayan a pensar ustedes que la diplomacia blanda que nos caracteriza últimamente ha cumplido sus objetivos. Nada más lejos de la realidad.
El señor Cubillas llamado por el Tribunal Español a declarar, mediante comunicado en el que se dice: «personación del etarra deportado en la causa que investiga la presunta alianza entre ETA y las FARC, y le citó a declarar como imputado el 14 de diciembre», acude hoy a la Fiscalía de Cracas, capital de venezuela en condición de «testigo». O sea que ahora los etarras que además sumen a su curriculum relaciones con las FARC declaran como testigos en un proceso que busca de cualquier modo eliminar las acusaciones presentadas por España y acallar a la opinión pública. Por si fuese poco, Cubillas disfrutaba de un puesto en el gobierno venezolano, dada su condición de tal, ya que dispone de la nacionalidad de este país, motivo por el cuál Venezuela ha denegado en repetidas ocasiones su extradicción.
El caso Cubillas se nos va de las manos. Se nos va de las manos con un juego diplomático que no nos conviene. El diálogo es la mejor opción para solucionar los problemas. Y en política más que en cualquier otro campo. Pero el diálogo implica dos partes, y si una no está dispuesta a colaborar, entonces la otra tiene que poner mano dura. Una mano dura, que en el ejecutivo de Zapatero no se ve por ninguna parte.
Por otro lado, cabría preguntarse que es lo que ocurre en Venezuela. Si en realidad no se está convirtiendo en un polvorín en medio de América. Un lugar de refugio del terrorismo y de iniciativas que poco ayudan al desarrollo de una sociedad libre. Pero mientras Chávez siga haciendo de las suyas sin molestarnos mucho. ¿A quién le importa? Si entre él y Irán un día fabrican, por decir algo, la bomba nuclear, entonces sí, ya será tarde para pararles.
Noticia | El Universal