El otro día tuve la oportunidad de encontrarme en una mesa de discusión política entre italianos y españoles. El tema, daba para mucho: Berlusconi. Y sin duda, me sorprendieron mucho las conclusiones. Porque si los españoles, desde su cultura veían a Berlusconi como un político afanado en el poder que no se ve capaz de renunciar a lo que ya no representa, los italianos le veían como el representante de la clase media.
Cuando escuché el argumento me quedé perpleja. Pero luego fui entendiendo la que es una más que dura realidad. Todos los insultos, estupideces y chistes machistas que suelte Berlusconi por esa boca que tiene cada vez que acude a una manifestación pública le acercan al pueblo. Le acercan al menos comunicativamente, porque es exactamente igual que el italiano medio. No pretende (al menos de cara a la opinión pública) ser más que eso.
En cuanto a todas las investigaciones que pesan detrás de él, a eso de hacerse el “listo” con las leyes, parece que en lugar de tomárselo a mal, les parece perfecto, ¿por qué quién no tiene un amigo en la policía que te quite las multas? Pues así ven estos italianos que conocí al señor Berlusconi.
Y sinceramente tras esto, he cambiado totalmente de idea acerca de Berlusconi, ya no lo veo como el viejo verde que compra todos los grupos de comunicación, sino como un comunicador político que sabe mantener al pueblo quieto y callado usando un argumento más que clásico; aparentar que el es igual al votante. Bajo mi punto de vista patético. Pero lo es más el pueblo que cree en él. Parece que no hacen falta grandes dictaduras para acallar voces, incluso en Europa podemos ver como el juego de la democracia con todos los huecos en blanco que deja sirve para una manipulación exquisita.