¿Debe Zapatero agotar la Legislatura?

Hace dos años sonaban ya todas las alarmas, pero Rodríguez Zapatero prefirió hacer caso omiso y mirar hacia otro lado, pensando quizás que la situación se arreglaría por sí sola o que su suerte proverbial le sacaría del apuro. Finalmente han tenido que ser Europa y los EE.UU quienes han sacado los colores a nuestro Gobierno, obligándole a modificar una política económica de desmedido gasto e inasumible déficit público. José Luis Rodríguez Zapatero ha demostrado con creces su incapacidad, primero, para admitir los desastrosos efectos de la crisis sobre nuestro país y, más tarde, para poner en marcha a tiempo medidas que saquen a España de la precaria situación económica en la que se encuentra.

No cuestiono la necesidad de rebajar el déficit público. Es más, creo que este recorte es absolutamente imprescindible, pero no a costa de hipotecar las posibilidades de crecimiento de la economía española y menos aún haciendo que las clases medias y los más débiles sean los paganos de la crisis. En este momento congelar las pensiones, bajarle el sueldo a los funcionarios y reducir las infraestructuras públicas provocará, sin duda, que el consumo se reduzca todavía más, situación que previsiblemente empeorará con la subida del IVA a partir del 1 de julio.

Frente al tijeretazo de Zapatero, que supondrá el mayor recorte social en la historia democrática de España, habría que tomar otras medidas como reducir el tamaño de la administración, suprimiendo todos los organismos, empresas públicas y fundaciones innecesarias en momentos de tan dura crisis. La reducción del gasto debería además estar supervisado por una nueva Ley de Estabilidad Presupuestaria que fije un techo para el gasto público de todas las Administraciones.

La solución no consiste en mermar la capacidad adquisitiva de quienes menos tienen, practicar recortes sociales y poner en marcha unilateralmente medidas que influyan negativamente en las previsiones de crecimiento y empleo, tal y como ha hecho el Gobierno. España requiere de una verdadera política de austeridad, un plan de reducción del déficit que recorte aquellas partidas presupuestarias menos necesarias para mantener el bienestar de los ciudadanos, que disminuya estructuras administrativas y que elimine subvenciones.

De la crisis podemos salir, pero no liderados por el peor presidente de la historia de nuestra reciente democracia quien, tras derrochar el superávit heredado del anterior Gobierno del Partido Popular con el único argumento de que “era para gastarlo”, pretende cobrarse en funcionarios y pensionistas los fallos de su errática gestión. La política presupuestaria no se improvisa. Y las propuestas de Zapatero son parches en su permanente huida hacia delante, que no ha rectificado a pesar dos años de sucesivas llamadas de atención de la oposición política y de todos los organismos internacionales.

Necesitamos un nuevo presidente que no engañe, un estadista valiente que crea consiga generar la confianza en los mercados y tomar decisiones efectivas. Por estos motivos, Zapatero debería frenar en su huida hacia delante y someterse a una moción de confianza o convocar elecciones generales.