Arabia Saudí. Ese país de leyendas. De exotismo. Al menos de cara afuera. De cara adento, la cosa es muy diferente; un trato a la mujer casi como un objeto que pertenece a un hombre, burkas que tapan rostros que no pueden ser mostrados por temor a «provocar» instintos básicos que se le otorgan al hombre, porque la mujer resta lejos de ser humana. Y claro, en ese país, aunque las cosas vayan cambiando poco a poco, no se les iba a dar un derecho a la mujer, que solo el hombre lo tiene que tener como condición de humano. Por tanto, en las próximas elecciones, aquellos que soñaban con una Arabia democrática e igualitaria, pueden ya despertar del fabuloso sueño que no se convertirá en realidad, porque a las elecciones, solo podrán acudir hombres. Las mujeres, en casa, que es su lugar.
Y parece que Arabia Saudí quiere cambios. Mejor dicho, los cambios le vienen impuestos por las protestas. Pero estos solo serán, si el pueblo no hace algo más, un simple modo de decir «hemos hecho lo que habéis pedido» en la forma, para que en el fondo quede todo igual. Una verdadera pena.