Parece que en Siria las cosas se ponen serias. Y su presidente, como muchos otros, de cuyos casos ya hemos hablado en nuestro blog, no quiere perderse en el poder. No quiere dejar la gran silla. Y parece que antes de verse obligado a hacerlo, Bashar Asad está dispuesto casi a todo. Al menos, eso es lo que demuestra su última medida en la que se levanta el Estado de emergencia.
Pero la presión de los manifestantes que arriesgan todos los días su vida, y ven como son atacados por las fuerzas de seguridad, no han solo conseguido romper con una injusticia implantada desde hace casi 50 años, sino que se han tomado otras acciones por parte del ejecutivo, como la legalización de las manifestaciones.
Y aunque parezcan buenas noticias, no lo son tanto, si pensamos que en realidad no son más que artimañas para simular una democracia, un intento de democracia por el que ya han muerto 200 personas.