A veces sigo pensando que soy una ingenua en política. Soy una ingenua porque hay ciertas declaraciones todavía me sorprenden. Hay ciertas declaraciones que todavía consiguen abrirme la boca y preguntarme como es posible. Esto me ha ocurrido esta misma mañana, cuando un conocido periódico español sacaba las declaraciones del hijo mayor de Gadafi, el cual acusa a los gobiernos internacionales a estar haciendo complot contra el gobierno de Libia; y no contento anuncia que todo esto puede terminar en una guerra civil.
Vamos a ver, llamemos a cada cosa por su nombre. El señor Gadafi es un dictador en toda regla, que además utiliza los impuestos de sus ciudadanos para pasearse por medio mundo con su jaima jactándose de los demás gobiernos internacionales. O sea, que ya para empezar dos acusaciones: dictador y corrupto. Para seguir, lleva unos cuantos años en el poder, por que lo de complots internacionales, me suena a una excusa muy de historias ya pasadas, en momentos que la propaganda política tenía más poder de convicción que las redes sociales.
O sea, que de guerra civil, si, puede ser. Si el señor Gadafi y todos sus allegados se empeñan en continuar mandando al ejército a matar a inocentes que solo claman por sus derechos. Sí, si la policía no se revela contra lo que debería de ser seguir la voluntad de un pueblo. Sí, si los libios no se detienen en lo que es una lucha por una vida mejor. Pero todo este discurso amenazante, que se gasta el hijo de Gadafi, me parece cuanto menos absurdo. Por no decir que carece de rigor alguno y que ya no es nuevo. Hemos vivido las revoluciones de Túnez y Egipto. Ambas se han gestado en el seno de la población. ¡No me vengan con cuentos! Sabemos que en la silla se vive bien, pero todo tiene un final. Y parece que el de Gadafi se acerca.
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