Los hoteles que han sido ocupados por el régimen de Chávez a falta de una planificación ante la tragedia ocurrida por las intensas lluvias del mes de Noviembre son en una gran parte de empresarios españoles, muchos de ellos gallegos, que llegaron en los años 50 a Venezuela, buscando un futuro que por aquel entonces, España no les podía dar.
Antes de la entrada en el poder de Chávez, muchos de ellos vivían cómodamente, fruto de años de esfuerzo y de empeño en el sector hostelero que en Caracas, la capital del país, es gestionado en su mayor parte por emigrantes españoles y sus descendientes. Fueron con una mano delante y otra detrás, sin saber lo que esperarse en un nuevo continente, y tras décadas de trabajo duro, encontraron un modo de vida a través de sus negocios. Sin embargo, esta situación ha cambiado por las constantes presiones que el ejecutivo de Hugo Chávez ejerce sobre los sectores privados.
Hoy en día, como comentaba uno de los hosteleros gallegos, se ven asfixiados: “Primero tuvimos que invertir en una planta eléctrica, a causa de las altas tarifas que el ejecutivo empezó a cobrar con un plan que se implemento para controlar el consumo de electricidad, que costó mucho dinero. Ahora tenemos que cargar con los gastos durante más de 100 días, sin recibir ningún beneficio. La situación está llegando a nuestro máximo límite. No podemos pagar los privados, lo que no ha sabido hacer la gestión pública”.
Y ciertamente, Venezuela ha cambiado mucho. Y tanto. Muchos de los gallegos que tenían negocios en la capital, vendieron hace unos 5 años, para volverse a España, viendo como evolucionaba la situación. Los que no lo hicieron, porque ya se habían adaptado al país, porque tenían allí a sus familias, apostaron por seguir tirando hacia adelante. Pero hoy en día están que no pueden más. No pueden seguir pagando deudas, impuestos, seguridad de los empleados y otros gastos, mientras en sus negocios no está entrando ni un solo beneficio. A todo ello hay que sumar que el uso desgasta el inmueble, lo que complica todavía más la situación.
Los emigrantes que llegaron por allá por los años 50 y 60 a la capital de Venezuela se sienten indignados. Indignados por una parte con la que es su patria adoptiva, Venezuela, por un gobierno que se lo quiere arrebatar todo; e indignados, por otra, por la que es su patria, España, porque el gobierno español tampoco ha sabido intermediar por ellos, ni ha buscado alguna salida diplomática. “Somos muchos los españoles que tenemos problemas en Venezuela. Y somos muchos los que vemos como de una parte y de la otra, nadie nos da soluciones, ni Venezuela ni España quieren interceder por nosotros. A unos porque les conviene, y a otros porque parece que les damos igual, aunque cuando son elecciones bien que piden los votos”, comentaba un español residente en Venezuela.
La historia de la emigración gallega en el país latinoamericano parece, al menos por el momento, no tener un final feliz. Después de tantos años de trabajo, el ejecutivo no ofrece soluciones, y acalla a los que protestan con expropiaciones que funcionan como una cadena de miedo que se extiende por donde pasa. A los hosteleros gallegos en Venezuela, no les queda más que esperar. Aunque el problema no es la espera, es que las expectativas de futuro parecen ni siquiera existir.