Para los que se cansaron de criticar el hecho de que Argentina nacionalizará a Repsol YPF, un acto que fue tan lícito como lo fueron los casos análogos en Venezuela o México, pero que es evidentemente dañino no solo para España si no para las inversiones en Latinoamérica; hoy van a tener más medicina de la que le gusta a los populistas del continente que puestos a contar no nos llegan los dedos de una mano: Cristina en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Fidel Castro en Cuba, Chávez en Venezuela, el recién incorporado Santos en Colombia, Correa en Ecuador, y Ortega en Nicaragua. Ahora es Evo Morales el que acaba de anunciar que se suma la nueva era de las expropiaciones a España en América Latina: filial de Red Eléctrica Española en Bolivia
Lógicamente, las cosas, a los que procuramos analizar lo que pasa en el mundo no con una mentalidad española, si no con una global, ya las veíamos venir. El hecho de que nuestro presidente, Mariano Rajoy, no hiciese nada más que rezarle a la UE y a los EE.UU para que les apoyasen y fuesen ellos los que «se comiesen el marrón» de los anuncios para castigar a Argentina por la decisión de YPF nos está pasando factura.
Evo Morales ha visto que en con su país en una posición similar a la de Argentina, con problemas energéticos y con una pérdida de poder bastante tangible, y con unas consecuencias por la expropiación de Argentina apenas visibles, la idea de hacer lo mismo y ganarse el favor de esos electores a los que todavía el discurso populista les suena a ganador.
Y claro, todo esto requiere un autoanálisis de lo que está haciendo el gobierno español y de la imagen que estamos transmitiendo fuera de nuestras fronteras. Con un Mariano Rajoy que espera a estar fuera de España para avisarnos de que «estamos en la ruina» y pone en alerta no solo a inversores que ya no confían en nuestro mercado, a las agencias de rating que declasifican a bono basura una tras otra de nuestras entidades bancarias y Comunidades Autónomas, si no también a otros países en los que el discurso del imperialismo español, que había muerto hace más de 200 años, parece querer convertirse en el nuevo modo de salvar su pellejo buscando al enemigo fácil, que ahora es España.
Y aunque de los líderes latinoaméricanos podría decir mucho, en este caso, a Rajoy y su ministro de exteriores, el cual no resulta más atinado que Desatinos, parecen estar de lo más perdidos. Y con una estrategia que ni es la del diálogo ni es de la mano dura, los frutos que se producen son todo un dominó de estos hechos que parecen iniciar una era de las expropiaciones al débil, España, para conquistar y embobar al ciudadano de a pie. Claro que en unos años veremos si el ciudadano de a pie está tan contento con las nacionalizaciones, aunque por el momento, los que pagamos los platos rotos de nuestro mal hacer somos los españoles