ETA: el perdón tiene que ser para todos

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José Luis Álvarez Santacristina, alias Txelis, ex ideólogo y ex dirigente de ETA, mandó asesinar a la también ex dirigente etarra María Dolores González Cararáin, alias Yoyes, simplemente porque había decidido abandonar la banda terrorista y recuperar su vida, reinsertarse en la sociedad. O están con nosotros, o contra nosotros. Eres amiga o enemiga. Aliada o traidora. Para ETA no hay medias tintas, no hay grises, todo es o blanco o negro. Por eso asesinaron a Yoyes el 10 de septiembre de 1986 en su Ordizia natal y ante la mirada de su propio hijo.

Sin embargo, ahora,  tantos años después, Txelis quiere pedir perdón a Yoyes. Pero ella está muerta, porque él mismo la mandó ejecutar. Al menos le quedan sus familiares, y es a ellos a quien quiere pedir perdón, uno por uno, en la intimidad. Pero ellos, lógicamente, no se fían, y le recuerdan que si la mataron públicamente, en medio de la plaza de esa localidad guipuzcoana, en plena feria, a la vista de todos, igual de público debe de ser el perdón.

Y no les falta razón. Es absurdo querer pedir perdón a alguien que ya está muerta, que fue asesinada por no pensar como ellos, por no estar de su parte. Pero más vale tarde que nunca y al menos ahora, aunque tarde, da muestras de arrepentimiento y yo, al igual que los familiares de Yoyes, espero y confío en que ese perdón sea público. Como igual de público fue el asesinato.

Sin embargo, lo que realmente pienso es que el perdón debería ser no sólo público, sino ir dirigido a todas las víctimas de ETA, a todas las personas que a lo largo de todos estos años han sido asesinados, a esas más de 900 víctimas de la banda terrorista. Y no sólo a las víctimas de lo que ellos consideran su bando, sus amigos, sus aliados, aunque en algún momento hace 25 años los considerasen chivatos, traidores y enemigos.

Ojalá llegue el día en que veamos ese perdón público y general dirigido a todas las víctimas de ETA y, por supuesto, en el que seamos testigos además del fin de la violencia, los asesinatos, los secuestros, los chantajes y, en definitiva, el terror absurdo e injustificado. Porque no todo es blanco o negro. La vida está llena de colores grises, sólo hay que saber verlos.

Fuente | El País