Lo cierto es que Ctaluña lleva unos meses en la boca de todos los españoles. Sean o no catalanes, todo estamos hablando de Cataluña. Primero fue el referendum, luego las cuentas en Suiza, más tarde o casi en simultánea las elecciones y ahora es la reforma educativa que a la vista de unos deja fuera a la identidad catalana y bajo el punto de vista de los otros, españoliza a los catalanes, que al fin y al cabo es el fin último del señor Wert, porque aunque no lo diga así, lo transmite en cada una de sus ruedas de prensa. Pero el problema aquí no es Cataluña, el problema es que mientras hablamos de Cataluña, la España que conocemos se hace añicos.
Estos días, y vivo en Galicia, que no en Madrid dónde están haciendo los retoques más importantes a la Sanidad, me he encontrado con habitaciones de hospitales de menos de diez metros cuadrados en las que se metían a cuatro pacientes con sus familiares. He visto como los mismos profesionales hacen turnos interminables, y me he preguntado cuánta gente se irá para casa con diagnósticos equivocados.Y eso es solo una de las tantas cosas que le están haciendo a España.
La justicia del señor Gallardón se convierte en la injusticia más grande jamás hecha en democracia a los españoles. Y el señor Wert que se lleva la palma de oro no solo a la hipocresia a la estupidez o a la pedantería, si no también a la ineficiencia, se empeña en que hablemos de Cataluña porque a él le conviene ese discurso que le coloca como el defensor de España y del español como lengua, en lugar del señor que quiere que la educación pública deje de ser lo que es, para dar paso a la concertada y a la privada. En el señor que quiere separar a hombres y mujeres. O en el señor que cree que las reválidas son la solución al fracaso escolar. Y esas son solo algunas de las cuestiones. Pero sigamos hablando del catalán y de Cataluña que cuando nos despertemos del letargo, será tarde, muy tarde….