La muerte de Néstor Kirchner ha revolucionado al país. Y ya a los primeros anuncios, la política del país empezaba a mostrar síntomas de revuelo. Antes de dejar pasar el luto a Cristina Fernández y a una Argentina que llora a su copresidente, ya se han empezado a dejar entreoír los primeros rumores, sobre todo de los sectores peronistas, que no parecen estar muy de acuerdo con la mujer de Néstor Kirchner como próxima candidata a la presidencia.
Sin embargo, mientras muchos lloran su muerte, otros analizan la herencia de Kirchner a Argentina. Una herencia que se basa principalmente en una imagen, una imagen de presidente y de bastón de mando de la que Argentina había estado privada tras el abandono del anterior presidente, Fernando de la Rúa. Ese fue el principal logro de Kirchner, dar una imagen de líder fuerte y autoconvencido.
Aunque esto es cierto, no lo es menos, que los recursos que utilizó para trasmitir al pueblo esa imágen fueron además de su carácter, una fórmula que tiene mucho éxito en América Latina y que pone en peligro al pueblo al enfrentarlo directamente. La fórmula «o conmigo o contra mí«, donde se anteponen dos bando, el de los buenos y el de los malos, donde Kirchner era el bueno, y la oposición los malos emborronan la labor de Kirchner al conseguir que la imagen presidencial se convirtiera en una institución.
Ahora, tras el abandono de Kirchner, Argentina se encuentra perdida. Y no se encuentra perdida sólo porque los peronistas no están seguros de querer a Cristina como candidata; o porque Cristina esté ahora al frente sóla, sin ese apoyo del copresidente; el país está perdido, porque esa imagen que había conseguido Kirchner, una figura de líder capaz de luchar con cuerpo y alma, ha muerto. Ha muerto con él, con Kirchner. y ahora al pueblo le toca esperar. Esperar en la incertidumbre a ver el rumbo que toma el país.